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LA HISTORIA DE UNA LIEBRE



Los amigos que me siguen por  redes sociales saben que en mis tiempos libres disfruto correr, pero aquellos que forman parte de mi círculo más cercano conocen mi versión como mamá de dos hermosas niñas Angy (17 años) y Vale (9 años), a la mayor de ellas, le llamo la liebre .
La primera vez que corrió lo hizo sin entrenamiento, mis críticos dirán ¡mala madre! 
Ahí les va la historia, resulta que ella tenía algo así como 12 años y yo correría por segunda ocasión 5k en un evento de la ciudad, entonces a modo de broma le dije :
-¡acompaña a tu mamá no se vaya a perder! Angy  sin pensarlo respondió ¡vamos!
Los primeros kms los hizo a mi lado, pero a los pocos minutos con cara traviesa preguntó -¿puedo? y me señaló el bloque de corredores que iban al frente, con voz entrecortada contesté -okkkkkk te veo en la meta, atenta al celular .
Lo que sigue ya lo imaginarán, llegué al arco y la liebre estaba ahí "esperando", para las 11 de la mañana  yacía envuelta  en un edredón durmiendo, aún tenía su dorsal, la imagen era tan tierna que no pude evitar tomarle una foto.
Pasó poco más de un año para que volviéramos a  hablar de correr juntas, eran vacaciones de verano y Angy estaba triste, se la pasaba la mayor parte del tiempo encerrada en su recámara, quizá para muchos sea algo muy normal tratándose de un adolescente, sin embargo no lo era en el caso de mi hija; agoté todos los recursos, desde charlas motivacionales al estilo de "mamá ", hasta comprarle una que otra  chuchería, pero nada funcionaba. Una tarde rebasada por las circunstancias no tuve más opción que hablarle con firmeza:

-Tienes derecho a llorar y lo harás hasta la noche del día de hoy, pero mañana te levantarás y saldrás conmigo a correr, tómalo como parte de tu entrenamiento de voleybol; salí con un nudo en la garganta de su recámara pues sinceramente no le di opción, quizá le hablé demasiado duro pero funcionó, al día siguiente Angy aguardaba en sudadera holgada y pants, lista y rebelde para comenzar a trotar. Quién diría que tiempo más tarde bautizaríamos esa sudadera como la de la depresión, pues con ella sudó sus penas y secó sus lágrimas.

Los primeros kms juntas fueron difíciles, la liebre estaba molesta y por momentos triste, la única conversación que existía era el sonido agitado de nuestra respiración, conforme avanzaron los días, los minutos de tensión cesaron y se convirtieron en el "tiempo de nosotras". Su actitud cambió radicalmente, todas las tardes  ella estaba lista para salir a correr, incluso no le importaba si era en domingo; comenzó a platicarme sus aventuras, reímos juntas, exploramos rutas y descubrí que mientras yo terminaba agotada, a la pequeña liebre le quedaba batería. Una tarde de regreso a casa le dije ¡eres realmente buena! en dos meses se acerca una carrera ¡si entrenas te la invito! su reacción fue inesperada: estaba " FELIZ".

El día de sus primeros 5k a conciencia ¡llegó! bastó con escuchar ceroooooooo  y la liebre desapareció, no supe más de ella hasta terminados mis 10k. Su sonrisa estaba llena de vida, atesoraba con cariño su medalla; horas  más tarde descubrimos que llegó en el lugar 5 de su categoría, nada mal para unos trotecitos al lado de su lenta madre .
Pasaron las semanas de verano rápidamente y ya de regreso a clases estaban próximos a celebrarse los juegos deportivos escolares, así que Angy valientemente le dijo a su  profesor de educación física que había estado corriendo durante las vacaciones, él pudo corroborarlo una mañana que a modo de castigo puso a trotar a todo su grupo alrededor del patio, sus compañeros lucían exhaustos a la segunda vuelta, sin embargo la liebre se detuvo hasta que se lo pidieron.
Las competencias llegaron, corrió por primera vez los 1200 metros planos y obtuvo primer lugar, además de última hora le pidieron corriera los 100m y llegó segunda, entonces decidimos que era necesario entrenar en forma para el próximo clasificatorio.
Su nueva rutina comprendía: escuela, comer en casa, acompañarla al transporte corriendo con la barriga al tope, entrenar de 5-7:30  p.m, cenar y hacer tareas. Más tarde sabría que la liebre se ponía a trotar para llegar más rápido al estadio universitario en lugar de esperar el bus, así ganaba tiempo y llegaba lista para integrarse al entrenamiento.
Una semana antes de los regionales, el mundo se detuvo. Las noticias nos bombardeaban en todos medios con un sólo mensaje ¡quédate en casa!
El domingo previo al comunicado oficial, corrimos los 5k de Bonafont, la liebre llegó en los primeros puestos, pero lo supimos ya estando en casa por un mensaje de una compañera de su equipo.
-Te estuvieron voceando, pero no te encontramos.

Inició la cuarentena, la indicación fue no salir de casa como medida para controlar los contagios por Covid-19, así que Angy por iniciativa propia, se puso a hacer rutinas de fortalecimiento de youtube, su actitud siempre fue positiva no paraba de decir "es una oportunidad para entrenar más y regresar fuerte para mis competencias", pero lo que inició con 40 días de encierro se convirtieron en meses, así que decidimos que era momento de salir a correr por salud mental y física, lo hacíamos en horarios poco concurridos, a veces era a las 12 de la tarde con el sol al tope en unos terrenos áridos de fútbol, cuando a ella le tocaban circuitos de fortalecimiento iniciaba a las 6am de la mañana y terminaba a las 10am, la escuchaba entrar y salir de casa, a través de la ventana la veía haciendo repeticiones cortas; llegada la hora del desayuno toda colorada y sudada me decía -mamá habla con la vecina , dice que quiere entrenar conmigo pero no va a aguantar, mejor dile que contigo.

Cada inicio de mes la liebre se volvía feliz, disfrutaba cuál niño en día de reyes ver su nuevo entrenamiento enviado por su coach, las cargas incrementaban  y por lo tanto los kms también, así que  cuando tocaban tiradas largas su papá y yo nos turnábamos para acompañarle, el resultado "papás lesionados", la liebre ganaba rapidez y era cada día más difícil aguantarle el paso.
Por fortuna y cuestión del destino a un año de la pandemia, encontré una convocatoria para pruebas dirigida a  jóvenes con talento en atletismo, realizó su proceso y poco después ¡sorpresa! la liebre estaba dentro, obtuvo una beca por parte del programa Juventud 500.

Entrenar y compartir con jóvenes como ella fue una gran experiencia, emocionada todos los días nos contaba cada detalle, incluso cuando su coach la regañaba por reventarse a uno que otro compañero durante los entrenamientos, sinceramente me causaba gracia pues pensaba  ¡después de tanto tiempo corriendo sola es normal!, pero a sus piernas al igual que al coach no les agradó la idea y llegaron algunas lesiones, con ello la liebre estuvo  obligada a madurar de poco en poco como atleta, a conocer su cuerpo y sobre todo aprender a escucharlo.
Buscamos alternativas para ayudarle y llegamos a la solución de plantillas especiales para esos piecitos tan peculiares, el proceso no fue cómodo, pues entre la adaptación y las revisiones se le hacían tremendas ampollas, sin embargo la liebre nunca paró, por el contrario se aferraba más a su sueño.

Hace poco tras quedar en podio en su primer competencia fuera de la ciudad, una amiga me escribió:
-Qué bonito debe ser tener una hija liebre, cuéntame qué se siente.
Creo que tardé algunos minutos en procesarlo y contesté :
-No es fácil, día con día veo a la liebre esforzándose y exigiéndose, le he acompañado en sus derrotas, conquistar sus miedos, llegar  a la línea de meta sin color, quitarse las calcetas con sangre tras una competencia o un fuerte entrenamiento. A veces ...va en falda y tenis al colegio, sin embargo son las 4 de la tarde y está entrenando como siempre dándolo todo, con cariño le digo estás bien loquilla, me abraza y sonríe, su hermana bromea cada vez que puede sobre sus biceps; a veces mis remeras para correr desaparecen y escucho con frecuencia ruido en la cocina, es Angy buscando nuevamente comida. 

Entonces...comprendo que todo lo vivido durante su infancia a consecuencia de la epilepsia nos preparó para este momento. La niña risueña con dos trenzas ligeramente rizadas creció, ahora cada vez que su cuerpo tiene la intención de desvanecerse ya no le causa miedo, por el contrario es una manera de saber que está rompiendo sus límites.
Su sueño es todo suyo, cual sea la ruta que decida tomar estaré orgullosa de ella, pues tengo la certeza de que la perseverancia, disciplina y amor que dedica en cada entrenamiento la encaminarán al podio de su vida y ahí estaré siempre en la línea de meta, con el corazón desbordado, aguardando su abrazo.

"Hace un año mientras mis compañeras de la 
escuela se reían de mis piernas largas y delgadas, 
me preguntaba ¿qué se sentiría correr en esa pista?
HOY ESTOY AQUÍ"
                                                    -Angy-

Por Denisse Fernández.
Twitter @fenixrun_México @d3ni553_ff




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